Pavón, agosto 29 de 1831.
Mi Querido Amigo y Compañero Señor Don
Estanislao López.
Tengo el gusto de con traerme a la
contestación de sus estimables cartas datadas en Córdoba a 28 del pasado y 16
del presente. Si antes no lo he verificado ha sido por lo trabajoso que se han
puesto los caminos, a virtud de la falta de caballos, y por no haber habido
asunto urgente que comunicarle.
Ya podrá usted hacerse cargo el gusto que
tendría con el recibo de las comunicaciones de Mendoza y del General Quiroga.
Los unitarios en Buenos Aires hacían correr mil especies que nos perjudicaban;
y hasta los mismos Federales creían que podía ser cierta la División en que se
nos suponía.
Toda la demás correspondencia que vi 10
acompañada de sus citadas cartas, es también interesante.
Creo que la disposición de usted ordenando el
regreso del Ejército, es lo que corresponde atendiendo a la absoluta falta de
víveres para mantenerlo, y de caballos p-*ra que marchase adelante alguna
fuerza de éste; y atendiendo además a las razones claras que usted expone. Es
verdad que su permanencia debía servir para alentar a los Federales que hoy
ocupan la vanguardia por la parte de Salta, Santiago y Ca-tamarca, también a
los mismos Federales que se encuentran oprimidos en los puntos que ocupan los
unitarios que se hallan aún con las armas en la mano, y a desalentar a éstos.
Sin embargo, considero que este vacío se suple con las acertadas disposiciones
que usted ha tomado en las órdenes que ha dado a Ibarra, Latorre, etc., y al
General Quiroga, para que se ponga en campaña a concluir la guerra.1
La carta de Don Miguel Díaz de la Peña datada
a 28 de junio y dirigida a Oviedo manifiesta el mal que nos hicieron las
comunicaciones del Gobernador Provisorio de Córdoba, Así debió suceder porque
aün cuando eran animadas de la mejor intención, el espíritu verdadero de ellas
no se hermanaba con nüestra marcha política, ni era conforme a lo que en las
circunstancias correspondía. Hablo respecto de las comunicaciones dirigidas a
los Gobiernos unitarios, pues aunque las dirigidas a los Gobiernos Federales
adolecen también a mi ver de errores involuntarios, éstos pueden repararse.
Me parece que el Gobierno de Córdoba no debió
haber contestado a las comunicaciones de los unitarios, sí solamente guardar
silencio y dejar obrar al General del Ejército Confederado, como lo hemos hecho
los Gobiernos de la liga litoral aún sin ponernos de acuerdo, porque esto era
natural en un asunto que por su naturaleza no lo ha necesitado.
La marcha del señor Funes me ha hecho recordar
la del señor Viamonte cuyos barros con la mejor intención fueron tantos, y de
tal naturaleza, que si más dura en el mando nos hubiese causado males de
difícil reparación.
He visto el oficio de usted al Gobierno de
Córdoba y su contestación. Estoy contento porque me parece que llenan el objeto
poniéndonos en el camino de nuestra marcha política.
La renovación total de la Junta es
satisfactoria; porque des: de el día de su erección empieza la marcha del
Gobierno verdaderamente legal.
La elección del señor Reinafé me parece
acertada, pues aun cuando no lo conozco, considero que por la calidad de sus
compromisos por la Federación sabrá conducirse con la energía necesaria, y no
extraviarse del verdadero camino de nuestra marcha política, como el único que
nos puede conducir, a librar la tierra de tiranos, constituirla pacíficamente,
y a nuestra felicidad futura.
Pero mucho me temo, que lo que usted se separe
de Córdoba lo envuelvan al señor Reinafé la porción de tinterillos rudos con
presunciones de sabiduría, que me parece no faltan en Córdoba y lo hagan
cometer errores de difícil reparación.
Aconséjele, compañero, la energía en sus
resoluciones en todo lo relativo a los unitarios y a la salvación del país, que
al tomar providencias sobre éstos no se pare para resolver; puesto que siempre
ha de ser menos malo que cometa injusticias con ellosj que el que por falta de
resolución y por los temores a errar se exponga el Gobierno de su
administración a, perder su buena opinión con los Federales, y que esto
resulten sucesos desagradables. Con los Federales debe ser pues el contrario
muy mirado en sus resoluciones, principalmente con los que han quedado sin
nada, o han padecido por la causa. Debe procurar hacer esfuerzos para darles
hábil colocación a todos aquellos en quienes considere aspiraciones; y debe
procurar mucho antes de dar una orden para corregir los delitos de un Federal
empleado estar muy cierto de la justicia con que la dé y muy seguro de que se
ha de cumplir; y una vez dada no debe retrogradar.
La Junta de representantes a mi ver es de
absoluta necesidad que invista al Gobierno de facultades extraordinarias
durante la guerra, y la Provincia necesite organizarse, declarándose ella entre
tanto en receso, dejando obrar al poder ejecutivo libremente. Este paso,
compañero, es enteramente reclamado por las circunstancias. Si así no se hace
usted verá pronto las cuestiones que se han de suscitar: que el señor Reinafé
no ha de poder marchar, y que su opinión muy pronto ha de decaer.
No extrañe usted que me ingiera a manifestar
estas opiniones. Hablo con usted y sé que si yerro he de ser dispensado. Peor
sería que considerando que algo puede encontrar usted en ellas útil, dejase de
manifestarlas, temiendo aparecer importuno. Digo lo mismo sobre lo demás a este
respecto que puede seguir en esta carta.
El oficio y carta del Comandante Blanco
dirigida al General Ibarra muestran que dicho Blanco no es hombre común. En
ella se encuentra, subordinación, calor, y razones fundadas.
Estas notas, la del General Ibarra, el anónimo
de Tucumán y el oficio del señor Brizuela, manifiestan el acierto con que usted
les ha ordenado a los señores Ibarra y Latorre que no se entretengan en
conferencias y que obren tratando de llamar la atención al enemigo con
operaciones activas. Esta orden sin duda producirá grandes bienes, mucho más
desde que usted al mismo tiempo ha ordenado al señor General Quiroga que marche
sobre el enemigo. Éste, viéndose hostilizado por todas partes, agotará sus
recursos, y los Federales comprometidos de Salta adelantarán terreno, tomarán
más aliento y harán comprometer a muchos que aún no estén decididos. Observo
que el señor Ibarra sigue en la manía de esa decencia mal entendida y peor
aplicada; y creo que sería conveniente que usted le aconsejase la necesidad de
olvidar esas bondades que tanto nos perjudican. He llegado a creer que al
remitirle el Comandante Blanco a los individuos enviados para asesinarlo, ha
proveído de conformidad a sus instrucciones.
La experiencia debía ya haber desengañado a
nuestro compañero Ibarra que ese sistema bondadoso sólo sirve para perjudicar
nuestra marcha. Es muy distinta la posición de usted y la mía, para que lo que
nosotros hagamos no pueda servirle de regla y de guía en esta parte.
No tenga usted cuidado por la demora de
Manuel. Es verdad que me hace mucha falta, porque estoy solo, pero yo debo
hacerme cargo de que cuando usted lo demora es porque lo considera importante y
necesario.
to las cuestiones que se han de suscitar: que
el señor Reinafé no ha de poder marchar, y que su opinión muy pronto ha de
decaer.
No extrañe usted que me ingiera a manifestar
estas opiniones. Hablo con usted y sé que si yerro he de ser dispensado. Peor
sería que considerando que algo puede encontrar usted en ellas útil, dejase de
manifestarlas, temiendo aparecer importuno. Digo lo mismo sobre lo demás a este
respecto que puede seguir en esta carta.
El oficio y carta del Comandante Blanco
dirigida al General Ibarra muestran que dicho Blanco no es hombre común. En
ella se encuentra, subordinación, calor, y razones fundadas.
Estas notas, la del General Ibarra, el anónimo
de Tucumán y el oficio del señor Brizuela, manifiestan el acierto con que usted
les ha ordenado a los señores Ibarra y Latorre que no se entretengan en
conferencias y que obren tratando de llamar la atención al enemigo con
operaciones activas. Esta orden sin duda producirá grandes bienes, mucho más
desde que usted al mismo tiempo ha ordenado al señor General Quiroga que marche
sobre el enemigo. Éste, viéndose hostilizado por todas partes, agotará sus
recursos, y los Federales comprometidos de Salta adelantarán terreno, tomarán
más aliento y harán comprometer a muchos que aún no estén decididos. Observo
que el señor Ibarra sigue en la manía de esa decencia mal entendida y peor
aplicada; y creo que sería conveniente que usted le aconsejase la necesidad de
olvidar esas bondades que tanto nos perjudican. He llegado a creer que al
remitirle el Comandante Blanco a los individuos enviados para asesinarlo, ha
proveído de conformidad a sus instrucciones.
La experiencia debía ya haber desengañado a
nuestro compañero Ibarra que ese sistema bondadoso sólo sirve para perjudicar
nuestra marcha. Es muy distinta la posición de usted y la mía, para que lo que
nosotros hagamos no pueda servirle de regla y de guía en esta parte.
No tenga usted cuidado por la demora de
Manuel. Es verdad que me hace mucha falta, porque estoy solo, pero yo debo
hacerme cargo de que cuando usted lo demora es porque lo considera importante y
necesario.
El ejecutado contestó últimamente en su
mensaje que no había llenado esta orden, por falta de fondos y que llamaba la
atención de los señores Representantes de la Provincia sobre la necesidad de
crearlos para llenar el cumplimiento de esta ley. En esto han corrido dos años
y yo he conseguido el objeto. Los créditos no se han cubierto, es verdad; pero
todos están contentos porque están reconocidos como deuda del tesoro público, y
pbrque a virtud de la habilidad con que me he conducido y debo menejarme en
adelante en este importante asunto, todos esperan confiados la religiosidad del
pago cuando pueda ser.
Se dirá que este crédito no podrá conservarse
así más tiempo sin que al fin se pierda la confianza y perjudique la opinión
del Gobierno. Esta es una equivocación que yo le explicaré cuando nos veamos.
Esta disposición produce además en otro
sentido otro bien, aunque de subalterna atención. Consiste en que todos esos
acreedores saben que ningún Gobierno unitario les ha de abonar esos créditos, y
que nadie ha de ser más interesado en cubrirlos que el mismo autor de su
reconocimiento.
Así como creo que esta obra puesta en
ejecución y llevada adelante de una manera hábil y reservada debe producir un
bien en favor de la opinión y marcha del Gobierno, debo decir que si no se
maneja de ese modo y con el tino necesario, es expuesta y en tal caso puede ser
perjudicial]).
Convendría promover que en Córdoba y en todas
las provincias ya libres, se hiciesen funerales al finado Dorrego. Medite usted
y verá lo que esto nos conviene, tanto adentro como fuera de fct República.
Entiendo que muchos de los unitarios clásicos
de Córdoba que están presos tratan de pasar a Buenos Aires y me parece que no
debe permitírselos sino tan solamente de tránsito, por pocos días, para pasar
inmediatamente a puntos de ultramar, porque la podre en todas partes inficiona
el aire y produce enfermedades. •
Los unitarios en Montevideo andan muy
cabizbajos. Aquel Estado se halla muy agitado, y el cometa está lleno de
temores porque teme mucho su caída. Trata de establecer su Gobierno en el
Durazno, llevándose allí sus ministros, y creo que lo hará; pero esto acelerará
su caída. Por supuesto que ya han desistido él y sus fautores de proyectos de invasión
sobre el Entre Ríos, y por esta razón he hecho retirar la Escuadrilla.
En el día sus planos son dirigidos a jugar la
intriga de manera que puedan conseguir dividirnos, asesinarnos e introducir la
contusión. No dude usted que en esto están trabajando con habilidad entre las
tinieblas de la logia y que les favorece las bondades de los Federales. El
Proyecto grande del día en aquel Estado es el que usted verá por la adjunta
copia de cartas muy reservada fecha 26 del pasado, sobre los campos de Misiones,
y de que voy a dar conocimiento al señor Ferré.
Ya verá usted impresos en el Lucero unos
oficios viejos del Gobierno de Corrientes al de Entre Ríos que he mandado
publicar.
Estoy seguro que usted no los ha de haber
visto y que por esta razón no han visto la luz pública. Creo que el Gobierno
Entrerriano se tragó esas comunicaciones creyendo que su publicación sería un
motivo para que Santa Fe y Buenos Aires no le mandasen auxilio de tropas. Si
así ha sido, en esto se hizo y nos hizo un mal. Primero, porque es necesario
que para marchar siempre en consonancia de nuestros principios y arribar al fin
de la obra grande, nuestra pacífica consolidación, la buena fe presida a todas
nuestras deliberaciones. Segundo, porque el Gobierno de Corrientes debe haber mirado
con prevención la falta de esta publicación, culpando no al Gobierno
entrerriano, sí precisamente al de Santa Fe y Buenos Aires. Tercero, porque
estos oficios publicados en otra época en que son datados nos hubiéramos
producido un bien positivo.
Le confieso a usted, compañero, que desde que
he notado esta falta, y desde que me he convencido de los manejos y conducta
impura de cierto individuo a quien creo que debemos ya considerar como órgano
secreto y espía de los unitarios, disculpo en algo y hasta cierto punto esa
conducta mezquina e impropia con que se ha conducido con nosotros el Gobernador
Ferré. El sujeto de quien le hablo hace poco que regresó de lás provincias de
Cuyo. Temo que algo le haya escrito a usted desde su tránsito con la habilidad que
sabe manejarse para perjudicar nuestra causa de que a mi ver es un enemigo
encubierto: tanto más temible, cuanto que está vestido con el ropaje de la
honradez que no le corresponde. Si así ha sido, debo tranquilizarme con la
consoladora idea de que usted, como yo, ya debe estar convencido de que a este
hombre debemos considerarlo como a uno de nuestros peores enemigos. Cuando nos
veamos hablaré a usted con la extensión que jio corresponde a esta carta.
Se me había olvidado decirle en mis
anteriores, cuando le hablé sobre la necesidad de que las Provincias
ratificasen la autorización que tenían hecha al Gobierno de Buenos Aires para
sostener y cultivar las relaciones exteriores, que al ratificar la expresada
autorización convendría lo hicieran, anulando o declarando nula toda alteración
que se hubiere hecho a este respecto después del motín del de diciembre.
Es adjunta esa carta en copia, de nuestro
comisionado en Montevideo, Don Ju^an Correa Morales. Mi opinión es que nosotros
no debemos prestarnos a dar la garantía de que habla, porque jamás debemos
aprobar que Corrientes, ni ninguna otra provincia de la República celebre por
sí semejantes tratados con un Gobierno extranjero; pues esto sería un principio
de disolución, o mejor, diré un efecto de ella; cuya aprobación sería la de la
misma disolución.
Es verdad que hoy día está de hecho cada
provincia independiente de las demás, pero están solamente en lo que concierne
a su régimen interior; pero no en lo que interesa a toda la República.2 A esto
se agrega que aun cuando Corrientes pudiese entrar en tales tratados, a
nosotros no nos conviene contraer por ellos un compromiso que pueda más tarde o
más temprano obligarnos a empeñar una contienda, o contra el Estado Oriental, o
contra Corrientes, en que al fin saldríamos mal con los dos, o bien porque no
prestábamos toda la cooperación que el otro de ellos creería que debíamos
prestarle. Tanto más me afianzo en esta reflexión cuanto que estoy cierto de la
mala fe del Gobierno Oriental, y que todo su empeño está reducido a ver cómo
puede ingerirse en los negocios de esta República e introducir la discordia
entre nosotros, etc.
El Don Santiago Vázquez de que habla la carta
en copia, es uno de los famosos unitarios enemigos encubiertos que tenemos,
Ya se concluyó el asunto ruidoso del señor
Obispo: su recibimiento solemne tuvo lugar el 12 del corriente. Hubo en él un
concurso tan extraordinario de gentes y de personas de viso, que no se ha visto
jamás otro igual. Los canónigos se han manifestado muy resignados con lo
resuelto por el Gobierno, y se han conducido con toda atención hacia su
Ilustrísima.
En una carta que va para el señor Lescano, se
advierte una nota en el sobre de letra de mi esposa, que dice estar ya nombrado
obispo de Córdoba este señor y las bulas en Buenos Aires.
Me parece que el señor Reinafé debía limpiar a
los unitarios de Córdoba, sin reparar en los temores de errar, porque menos
malo es exponerse a esto que aventurar la quietud pública. Digo esto, porque
temo que los unitarios, como nuevo el señor Reinafé en los secretos de la
Revolución y en los manejos de estos, le hagan mucho mal, fomentando entre
tinieblas con habilidad, las diferencias de los federales y la oposición que se
forma al Gobierno.
Me ha complacido mucho saber que la Junta se
ocupaba de declarar nulos todos los actos o providencias del Gobierno intruso
de Paz que estén en oposición con la nueva marcha, y reponiendo las cosas a su
antiguo estado.
Es igualmente de alta importancia que se
ocupase de los tratados de alianza bajo el sistema federativo para que
autorizado el Gobierno, recabe de los tres litorales adherirse a la liga y
entrar en ella.
Un amigo respetable —se refiere a Tomás
Anchorena— en carta de 21 de agosto próximo pasado, me dice lo siguiente: ''Un
Don Bailón Galán, que en clase He tinterillo o secretario estuvo al servicio,
según él dice, del señor General Quiroga cuando vino contra Paz en 1830 o
antes, solicitó que este Gobierno le prestase una cantidad para regresar a
Córdoba, y mientras se substanciaba esta gestión en el Gobierno, logró que Don
Mariano Lozano le prestase 500 5 con qué habilitarse para dicho regreso. Con
ellos lo ha verificado ahora quince días, más o menos, y por el canónigo Vidal
he sabido que ha dicho lleva la intención de evitar prevenciones y disgustos
entre el señor Quiroga y el señor López, Gobernador de Santa Fe, valiéndose al
efecto He las relaciones que tiene con el primero y otras personas de
importancia en Córdoba y demás provincias interiores. Bueno será que usted haga
las prevenciones convenientes para que se pongan en guardia por si es cierto
este proyecto". Salud le desea su afectísimo amigo y compañero.
Juan Manuel de Rosas
[Lo que está entre ([ ]) testado en el
original].